Max Ortega.€
El conocimiento de las relaciones entre patrón de acumulación de capital, forma de Estado y sistema de partidos ayuda a entender los procesos electorales y la dominación política en México. En efecto, lo que explica el predominio del PRI como partido de Estado durante el largo periodo que va de 1934 a 1988, es el largo ciclo de crecimiento económico, el bienestar plasmado en el aumento del empleo y los incrementos salariales, y la creación y renovada expansión de las instituciones de seguridad social (IMSS e ISSSTE).
La solidez de la corporativización de la sociedad y su corolario, las limitadas y casi nulas libertades políticas para las clases subalternas, así como su aceptación se explican igualmente por la capacidad del Estado de la Revolución Mexicana para garantizarle a la mayoría de la población un PIB anualizado de casi 7% durante cuatro décadas.
Esta especifica relación entre economía y política, se plasmó en resultados electorales favorables sucesivamente para el PRI: 1934: 98.19%; 1940: 93.89%; 1946: 77.90%; 1952: 74.31%; 1958: 90.43%; 1964: 88.82%; 1970: 86.02%; 1976: 100% (PRI: 92.27. Más PPS: 3.88, PARM: 2.03 y personales 1.82%); 1982: 71.%. Estos porcentajes de la votación nos dicen mucha de la poderosa hegemonía de la clase dominante sobre las clases dominadas.
Sin embargo, la situación cambió con el arribo de los gobiernos neoliberales y la imposición de su proyecto de nación. El crecimiento sexenal del PIB se contrajo: MMH: 0.18%; CSG: 3.91%; EZPL: 3.39%, y VFQ: 2.32%. Los empleos y los y salarios se movieron a la baja; y se privatizó gradualmente la seguridad social y los fondos de pensiones A partir de tales transformaciones en la economía capitalista, las tendencias electorales se empezaron a mover en contra de los porcentajes priístas: 1988: 50.7%; 1994: 48.77%; 2000: 36.87%; y 2006: 22.2%. Derrotado electoralmente por el cardenismo en 1988 y por el foxismo en 2000, el PRI dejó de ser partido el partido invencible que fue.
Resultados electorales de 2009. Al contexto antes señalado en el punto 2, se sumaron tres nuevos elementos: la crisis mundial capitalista, la crisis terminal del modelo partidario de oposición democrática (PRD), y la permanencia del cada vez más organizado movimiento ciudadano lopezobradorista. En este escenario se llevaron a cabo los procesos electorales de 2009 y 2010.
En las elecciones de 2009, la tendencia electoral ascendente del PRD se vino abajo: 4, 231, 342 votos (12.9%) y 71 diputados. Un retroceso electoral del 5% y pérdida de 27 diputados, si se le compara con el 2003, cuando obtuvo 4, 707 009 votos (17.60%) y 98 escaños; y del 23.22% y pérdida de 56 diputados, si se le compara con el 2006, en el que la Coalición por el Bien de Todos (PRD, PT, PC) recibió 14, 756, 350 votos (35.31 %) y 127 escaños (de un total de 160: PT: 16; y PC: 17).
En dicho resultado jugó un papel muy relevante la neoliberalización de la corriente Nueva Izquierda (“Los Chuchos”), misma que se expresó en varios hechos: conducta pasiva y resignada frente al fraude electoral de 2006; participación en la disputa interna por la presidencia del PRD, que terminó con un fraude de NI y un presidente ilegítimo (Jesús Ortega) avalado por el panismo mediante el Tribunal Federal del Poder Electoral Judicial (TFPEJ); activa colaboración desde los espacios parlamentarios para que se aprobara la privatización de la industria petrolera impulsada por el gobierno y la imposición, por último, desde las estructuras partidarias, de candidaturas emanadas de la burocracia, sin arraigo social en los territorios y sin reconocimiento público.
Este realineamiento de “Los Chuchos” con el PAN, el PRI y las políticas neoliberales terminó dividiendo profundamente al PRD. La reacción de las corrientes agrupadas alrededor de AMLO no se hizo esperar: ayudaron a conformar un bloque nacional -Convención Nacional Democrática- de resistencia civil pacífica al fraude electoral, que se organizó en el curso de su movilización bajo la forma de un potente movimiento ciudadano, nacional, y a la izquierda de “Los Chuchos” (NI); apoyaron el movimiento lopezobradorista en su lucha en contra de que aprobara el proyecto original de privatización petrolera; y postularon junto con el movimiento lopezobradorista a candidatos o candidatas que como en el caso de Iztapalapa ayudaron a democratizar los procesos delegacionales.
Elecciones de 2010. En las elecciones de 2010, la “dirigencia” formal del PRD, encabezada por Jesús Ortega, estableció una alianza electoral con el PAN que arrojó resultados desastrosos: caída electoral; pérdida del gobierno de Zacatecas; deserción de su candidata al gobierno de Tlaxcala (esta senadora renunció al PRD y se afilió al PAN); y práctica subsunción del PRD en el PAN, - con la excepción de Oaxaca- sus candidatos y plataforma electoral.
Elecciones 2011. La del PRD es una crisis de modelo, programa y dirección. Los momentos de desarrollo de ésta son varios: el fraude electoral cometido por Jesús Ortega y Amalia García en las elecciones internas de 1999; la derrota electoral de 2000 y el agotamiento del neocardenismo; la crisis de 2003 incentivada por Rosario Robles y Carlos Ahumada; el fraude electoral de 2006 y el corrimiento hacia la derecha de la corriente Nueva Izquierda.
Los procesos electorales ya realizados y por realizarse en 2011 se inscriben en la lógica de la sucesión presidencial de 2012. Actualmente, dos son en el PRD las políticas electorales, la de “Los Chuchos”, y la del movimiento ciudadano encabezado por AMLO. En el primer caso, NI impuso en Guerrero a un ex priísta, que tiene en su haber un historial represivo en contra del propio PRD; en Baja California, contribuyó de manera importante a que los desacuerdos y renuncias desarticularan a dicho partido; y en el Estado de México, han insistido en la alianza electoral con el PAN. En el segundo caso, el movimiento encabezado por AMLO rechaza tajantemente, la alianza electoral con el PAN en el Estado de México, y en el resto del país. 6 Elecciones de 2012. Para el 2012, ya están bosquejados los programas y los candidatos del PRD y del PRI. Sólo falta el PAN. En el caso del PRD, hay dos precandidatos: Marcelo Ebrard, apoyado por Manuel Camacho Solís y “Los Chuchos”; y AMLO, apoyado por el bloque de las nueve corrientes del PRD, -Izquierda Democrática Nacional, Unidad de las Izquierdas, Democracia Social, Izquierda Social, Grupo Acción Política, Unión Patriótica, Red de Izquierdas, Movimiento de Liberación Nacional y Movimiento Cívico- PT, Convergencia, el movimiento en defensa de la economía popular y diversos movimientos sociales sin afiliación partidaria. En el PRI, hay varios aspirantes, pero es Peña Nieto quien ha logrado el apoyo de las fuerzas neoliberales más poderosas, económicas y políticas.
Los trabajadores y la sucesión presidencial. Desde 1988, el programa neoliberal unificó políticamente al PRI y al PAN. El sometimiento de uno y otro a los dictados de los centros mundiales de mando de las empresas transnacionales (del Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y OCDE) es, desde entonces, el común denominador de estos partidos políticos. Sus gobiernos están al servicio del capitalismo mundial. Sus políticas han destruido a la Nación. Y libran juntos, desde hace varios sexenios, una guerra despiadada y sin cuartel en contra de las y los trabajadores del país, del campo y la ciudad.
El espacio político-electoral es donde estos partidos legitiman y reproducen la dominación del capital sobre el proletariado. De ahí que el ámbito en donde hay que derrotarlos no puede ser otro más que el de la política. Las elecciones del 2012 son, en tal virtud, un hecho importante. Su naturaleza política exige de nuestros gremios laborales una voluntad unificada, de clase trabajadora, que superando la fragmentación propia de los intereses particulares, se desdoble en su condición ciudadana y los haga morder el polvo. Derrotar en las urnas al PRI y al PAN es una condición indispensable para recuperar la Nación y ponerle fin al programa, las políticas y los gobiernos neoliberales.
La organización, el programa y el candidato de los ciudadanos trabajadores pueden y deben ganar las elecciones. Pero para que tal cosa ocurra es necesario que los territorios sociales de la producción, los servicios y la cultura se unifiquen con los territorios electorales. El cuidado y la defensa ciudadana de las urnas debe apoyarse en los sindicatos y en la huelga política de masas.
Resumiendo: somos de la opinión de que la discusión en curso del contenido del proyecto de nación, deberá reivindicar el diseño de otra política económica, otra política laboral, y otra relación entre gobernantes y gobernados, que vaya más allá, ésta última, de la democracia puramente electoral y más acá de la democracia obrera y las autonomías. Y puesto que Andrés Manuel López Obrador cumple sobradamente con los requisitos para ser un candidato popular, lo que a nosotros corresponde es hacer de nuestras organizaciones sindicales, sólidas trincheras electorales en contra del neoliberalismo, del capitalismo y de defensa de la Nación. Y en embriones al mismo tiempo, del socialismo que queremos, trabajadoras y trabajadores.
El conocimiento de las relaciones entre patrón de acumulación de capital, forma de Estado y sistema de partidos ayuda a entender los procesos electorales y la dominación política en México. En efecto, lo que explica el predominio del PRI como partido de Estado durante el largo periodo que va de 1934 a 1988, es el largo ciclo de crecimiento económico, el bienestar plasmado en el aumento del empleo y los incrementos salariales, y la creación y renovada expansión de las instituciones de seguridad social (IMSS e ISSSTE).
La solidez de la corporativización de la sociedad y su corolario, las limitadas y casi nulas libertades políticas para las clases subalternas, así como su aceptación se explican igualmente por la capacidad del Estado de la Revolución Mexicana para garantizarle a la mayoría de la población un PIB anualizado de casi 7% durante cuatro décadas.
Esta especifica relación entre economía y política, se plasmó en resultados electorales favorables sucesivamente para el PRI: 1934: 98.19%; 1940: 93.89%; 1946: 77.90%; 1952: 74.31%; 1958: 90.43%; 1964: 88.82%; 1970: 86.02%; 1976: 100% (PRI: 92.27. Más PPS: 3.88, PARM: 2.03 y personales 1.82%); 1982: 71.%. Estos porcentajes de la votación nos dicen mucha de la poderosa hegemonía de la clase dominante sobre las clases dominadas.
Sin embargo, la situación cambió con el arribo de los gobiernos neoliberales y la imposición de su proyecto de nación. El crecimiento sexenal del PIB se contrajo: MMH: 0.18%; CSG: 3.91%; EZPL: 3.39%, y VFQ: 2.32%. Los empleos y los y salarios se movieron a la baja; y se privatizó gradualmente la seguridad social y los fondos de pensiones A partir de tales transformaciones en la economía capitalista, las tendencias electorales se empezaron a mover en contra de los porcentajes priístas: 1988: 50.7%; 1994: 48.77%; 2000: 36.87%; y 2006: 22.2%. Derrotado electoralmente por el cardenismo en 1988 y por el foxismo en 2000, el PRI dejó de ser partido el partido invencible que fue.
Resultados electorales de 2009. Al contexto antes señalado en el punto 2, se sumaron tres nuevos elementos: la crisis mundial capitalista, la crisis terminal del modelo partidario de oposición democrática (PRD), y la permanencia del cada vez más organizado movimiento ciudadano lopezobradorista. En este escenario se llevaron a cabo los procesos electorales de 2009 y 2010.
En las elecciones de 2009, la tendencia electoral ascendente del PRD se vino abajo: 4, 231, 342 votos (12.9%) y 71 diputados. Un retroceso electoral del 5% y pérdida de 27 diputados, si se le compara con el 2003, cuando obtuvo 4, 707 009 votos (17.60%) y 98 escaños; y del 23.22% y pérdida de 56 diputados, si se le compara con el 2006, en el que la Coalición por el Bien de Todos (PRD, PT, PC) recibió 14, 756, 350 votos (35.31 %) y 127 escaños (de un total de 160: PT: 16; y PC: 17).
En dicho resultado jugó un papel muy relevante la neoliberalización de la corriente Nueva Izquierda (“Los Chuchos”), misma que se expresó en varios hechos: conducta pasiva y resignada frente al fraude electoral de 2006; participación en la disputa interna por la presidencia del PRD, que terminó con un fraude de NI y un presidente ilegítimo (Jesús Ortega) avalado por el panismo mediante el Tribunal Federal del Poder Electoral Judicial (TFPEJ); activa colaboración desde los espacios parlamentarios para que se aprobara la privatización de la industria petrolera impulsada por el gobierno y la imposición, por último, desde las estructuras partidarias, de candidaturas emanadas de la burocracia, sin arraigo social en los territorios y sin reconocimiento público.
Este realineamiento de “Los Chuchos” con el PAN, el PRI y las políticas neoliberales terminó dividiendo profundamente al PRD. La reacción de las corrientes agrupadas alrededor de AMLO no se hizo esperar: ayudaron a conformar un bloque nacional -Convención Nacional Democrática- de resistencia civil pacífica al fraude electoral, que se organizó en el curso de su movilización bajo la forma de un potente movimiento ciudadano, nacional, y a la izquierda de “Los Chuchos” (NI); apoyaron el movimiento lopezobradorista en su lucha en contra de que aprobara el proyecto original de privatización petrolera; y postularon junto con el movimiento lopezobradorista a candidatos o candidatas que como en el caso de Iztapalapa ayudaron a democratizar los procesos delegacionales.
Elecciones de 2010. En las elecciones de 2010, la “dirigencia” formal del PRD, encabezada por Jesús Ortega, estableció una alianza electoral con el PAN que arrojó resultados desastrosos: caída electoral; pérdida del gobierno de Zacatecas; deserción de su candidata al gobierno de Tlaxcala (esta senadora renunció al PRD y se afilió al PAN); y práctica subsunción del PRD en el PAN, - con la excepción de Oaxaca- sus candidatos y plataforma electoral.
Elecciones 2011. La del PRD es una crisis de modelo, programa y dirección. Los momentos de desarrollo de ésta son varios: el fraude electoral cometido por Jesús Ortega y Amalia García en las elecciones internas de 1999; la derrota electoral de 2000 y el agotamiento del neocardenismo; la crisis de 2003 incentivada por Rosario Robles y Carlos Ahumada; el fraude electoral de 2006 y el corrimiento hacia la derecha de la corriente Nueva Izquierda.
Los procesos electorales ya realizados y por realizarse en 2011 se inscriben en la lógica de la sucesión presidencial de 2012. Actualmente, dos son en el PRD las políticas electorales, la de “Los Chuchos”, y la del movimiento ciudadano encabezado por AMLO. En el primer caso, NI impuso en Guerrero a un ex priísta, que tiene en su haber un historial represivo en contra del propio PRD; en Baja California, contribuyó de manera importante a que los desacuerdos y renuncias desarticularan a dicho partido; y en el Estado de México, han insistido en la alianza electoral con el PAN. En el segundo caso, el movimiento encabezado por AMLO rechaza tajantemente, la alianza electoral con el PAN en el Estado de México, y en el resto del país. 6 Elecciones de 2012. Para el 2012, ya están bosquejados los programas y los candidatos del PRD y del PRI. Sólo falta el PAN. En el caso del PRD, hay dos precandidatos: Marcelo Ebrard, apoyado por Manuel Camacho Solís y “Los Chuchos”; y AMLO, apoyado por el bloque de las nueve corrientes del PRD, -Izquierda Democrática Nacional, Unidad de las Izquierdas, Democracia Social, Izquierda Social, Grupo Acción Política, Unión Patriótica, Red de Izquierdas, Movimiento de Liberación Nacional y Movimiento Cívico- PT, Convergencia, el movimiento en defensa de la economía popular y diversos movimientos sociales sin afiliación partidaria. En el PRI, hay varios aspirantes, pero es Peña Nieto quien ha logrado el apoyo de las fuerzas neoliberales más poderosas, económicas y políticas.
Los trabajadores y la sucesión presidencial. Desde 1988, el programa neoliberal unificó políticamente al PRI y al PAN. El sometimiento de uno y otro a los dictados de los centros mundiales de mando de las empresas transnacionales (del Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y OCDE) es, desde entonces, el común denominador de estos partidos políticos. Sus gobiernos están al servicio del capitalismo mundial. Sus políticas han destruido a la Nación. Y libran juntos, desde hace varios sexenios, una guerra despiadada y sin cuartel en contra de las y los trabajadores del país, del campo y la ciudad.
El espacio político-electoral es donde estos partidos legitiman y reproducen la dominación del capital sobre el proletariado. De ahí que el ámbito en donde hay que derrotarlos no puede ser otro más que el de la política. Las elecciones del 2012 son, en tal virtud, un hecho importante. Su naturaleza política exige de nuestros gremios laborales una voluntad unificada, de clase trabajadora, que superando la fragmentación propia de los intereses particulares, se desdoble en su condición ciudadana y los haga morder el polvo. Derrotar en las urnas al PRI y al PAN es una condición indispensable para recuperar la Nación y ponerle fin al programa, las políticas y los gobiernos neoliberales.
La organización, el programa y el candidato de los ciudadanos trabajadores pueden y deben ganar las elecciones. Pero para que tal cosa ocurra es necesario que los territorios sociales de la producción, los servicios y la cultura se unifiquen con los territorios electorales. El cuidado y la defensa ciudadana de las urnas debe apoyarse en los sindicatos y en la huelga política de masas.
Resumiendo: somos de la opinión de que la discusión en curso del contenido del proyecto de nación, deberá reivindicar el diseño de otra política económica, otra política laboral, y otra relación entre gobernantes y gobernados, que vaya más allá, ésta última, de la democracia puramente electoral y más acá de la democracia obrera y las autonomías. Y puesto que Andrés Manuel López Obrador cumple sobradamente con los requisitos para ser un candidato popular, lo que a nosotros corresponde es hacer de nuestras organizaciones sindicales, sólidas trincheras electorales en contra del neoliberalismo, del capitalismo y de defensa de la Nación. Y en embriones al mismo tiempo, del socialismo que queremos, trabajadoras y trabajadores.
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