20110316

El trabajo doméstico es trabajo productivo

Eva Pérez Gómez.€


“Construyendo la autonomía económica de las mujeres”

En esta exposición, nos referimos al trabajo doméstico no remunerado, a las actividades involucradas en la producción de bienes y servicios que realizan casi exclusivamente las amas de casa, para el bienestar de la familia de manera gratuita.

Habría que decir, en primer lugar, que el trabajo doméstico cumple un papel fundamental en la reproducción de la fuerza de trabajo, tanto de la que está en activo, de la que esta creciendo y algún día reemplazará a sus padres en el mercado laboral y la fuerza de trabajo que está en retiro de edad avanzada y ya dedicó gran parte de su vida a cumplir con su papel de proveedor o proveedora.

Veamos el siguiente cuadro:

Tareas o actividades que involucran el trabajo doméstico

1. Servicio de apoyo al funcionamiento del hogar
2. Producción de bienes y servicios en el hogar
3. Abastecimiento de agua y combustible
4. Reparación o construcción de la vivienda
5. Cuidar niños y niñas
6. Cuidar a ancianos y enfermos

Ahora veamos las actividades de cada uno de estos seis grupos:

1. Servicio de apoyo al funcionamiento del hogar
a. Pagos de servicios (agua, luz, teléfono, etc.)
b. Trámites en bancos
c. Compras para el hogar
d. Llevar o recoger a los integrantes del hogar a la escuela, hospital, trabajo.

2. Producción de bienes y servicios en el hogar
a. Tejer, bordar, confeccionar prendas para los integrantes de la familia
b. Limpiar la casa
c. Lavar los trastes
d. Planchas la ropa
e. Cocinar o preparar el desayuno, la comida y la cena
f. Tirar la basura

3. Abastecimiento de agua y combustible
a. Acarrear agua
b. Recoger leña
c. Reparación o construcción de la vivienda
d. Cuidar niños y niñas
e. Cuidar a ancianos y enfermos

Entre los seis grupos de actividades, los más importantes en términos de tiempo de trabajo involucrado son: la producción de bienes y servicios en el hogar 55% y el cuidado de niños y niñas 30%, porcentajes del total de horas semanales que la sociedad mexicana dedica al trabajo doméstico.

Veamos el porcentaje de tiempo y personas involucradas en los restantes grupos de actividades:

Servicios de apoyo al funcionamiento del hogar 9%, con (37.1 millones) de personas involucradas.

Abastecimiento de agua y combustible, (10.5 millones) de las cuales dos terceras partes habitan en zonas rurales, donde los servicios públicos (luz, agua entubada y drenaje) son escasos.

Reparación o construcción de la vivienda (2.9 millones)

Cuidar a ancianos y enfermos, 4.2% (2.5 millones)

El tiempo requerido para el trabajo doméstico varía según el número de integrantes del hogar y su estructura por edades, la tecnología utilizada y los patrones de consumo de las familias, así como el contexto (urbano y rural).

El trabajo doméstico puede ser sustituido de diversas formas:
a) Mediante la contratación de personal doméstico;
b) Mediante la adquisición de bienes materiales o servicios en el mercado (lavanderías, guarderías infantiles, restaurantes, etc.) o
c) Mediante el uso de aparatos electrodomésticos.

En nuestro país, el acceso a estos sustitutos es muy restringido debido a que la oferta mercantil de muchos de ellos es inferior a la demanda potencial, pero sobre todo debido al bajo nivel de ingresos monetarios de la mayoría de los hogares del país. Sólo el 7.3% de ellos gasta en contratación de personal doméstico en las áreas urbanas es de 8.8% y en las rurales de 2.5%.
Valor del trabajo doméstico

Uno de los destinos que se ha dado a las encuestas de uso de tiempo es el de servir de base para estimar la contribución del trabajo doméstico al producto interno bruto (PIB).

Con el fin de tener una idea aproximada del valor monetario equivalente del trabajo doméstico que realiza la sociedad mexicana, se multiplicó el número de horas dedicadas a cada una de las seis actividades por el salario medio (por hora) del mercado en a ocupación más afín2 .

El valor monetario del conjunto de actividades domésticas equivale al 14% del PIB de (1996), al 55% del PIB generado por el sector manufacturero y representa 2.5 veces el PIB correspondiente al sector agropecuario.

Estos valores son significativos, a pesar de que los salarios que se pagan en las actividades a las que se dedica la mayor parte del tiempo destinado al trabajo doméstico (producción de bienes y servicios en el hogar y cuidado de niños y niñas) son particularmente bajos.

Así, con independencia del valor monetario que pueda atribuirse al trabajo doméstico (o al producto de ese trabajo), su peso relativo en el tiempo de trabajo que la sociedad dedica a la producción de valores de uso, es el indicador más claro de la importancia del trabajo doméstico en la reproducción social.

Tiempo de trabajo doméstico y extradoméstico y niveles de participación.
De acuerdo con los resultado de esta primera encuesta, el tiempo que la sociedad dedica a los quehaceres domésticos (1,807 millones de horas semanales) supera en 18% al tiempo destinado a la producción y distribución de mercancías (1,528 millones de horas semanales).

En ambas esferas de la producción intervienen millones de hombres y mujeres de las diversas edades. Pero, en uno y otro caso, la carga de trabajo varía significativamente de acuerdo con el sexo.

Las mujeres aportan el 86% del tiempo de trabajo destinado a la producción doméstica, mientras que los hombres contribuyen con el 71% del tiempo involucrado en la producción de mercancías.

Es evidente que no basta con saber cuántos hombres y cuántas mujeres interviene en la producción mercantil y no mercantil para poder aquilatar la contribución que hacen unos y otras a esas dos esferas de la producción; es necesario considerar también el tiempo de dedicación.

Si sólo se tomara en cuenta el número de personas involucradas en cada una de ellas, la división sexual del trabajo según las esferas de la producción parecería menos inequitativa, ya que las mujeres representan el 40% de la población involucrada en el trabajo extradoméstico y los varones el 40% de quienes participan en el trabajo doméstico.

La jornada media de trabajo extradoméstico que realizan las mujeres equivale al 59% de la jornada media de los varones en ese mismo trabajo, y la jornada media de los varones es de apenas un 23% de la femenina.

Es decir, que las mujeres están mejor representadas en las jornadas de tiempo parcial del trabajo extradoméstico, mientras que los hombres en las jornadas completas de ese mismo tipo de trabajo.

Aportaciones monetarias

Dado el predominio de la economía mercantil en nuestros días, no disponer de un ingreso propio implica dependencia económica. La mayor parte de las mexicanas adultas se encuentra en esta situación .

Sólo un tercio de las mujeres de 15 y más años dispone de ingresos propios, mientras que en el caso de los varones la proporción es de más del doble. Se puede afirmar que los ingresos provienen fundamentalmente del trabajo, pues el número de trabajadores renumerados es muy semejante al de perceptores de ingreso.

De acuerdo con los resultados de la ENIGH-96, la mayor parte del ingreso monetario de los hogares (63%) proviene de las remuneraciones al atrabajo asalariado, seguida del rubro denominado ganancias empresariales (25%), el cual incluye los llamados ingresos mixtos (ganancias y retribuciones al trabajo autónomo). Otras fuentes de ingreso de cierta importancia son las transferencias monetarias entre familias originadas dentro del país o provenientes del exterior, y de las jubilaciones y pensiones; estas dos fuentes representan respectivamente, el 6 y 3% de los ingresos monetarios de los hogares.

A manera de conclusión, podríamos sostener que la mayoría de las mujeres mexicanas dependen económicamente de sus maridos o de alguna figura masculina, ya que es muy reducido el porcentaje de mujeres que obtiene ingresos propios. Sin embargo en términos de tiempo de trabajo domestico, podríamos afirmar que los hombres dependen de las mujeres ya que para poder cumplir con las jornadas completas de trabajo extra doméstico, es necesario que por lo menos una figura femenina atienda las necesidades básicas para su reproducción, por ejemplo, el solo salario no hace que los productos estén en posibilidad de consumirse, requieren de un trabajo previo para su transformación.

Lo mismo podríamos decir del conjunto de bienes y servicios que produce el trabajo doméstico, si se tuvieran que comprar en el mercado probablemente el salario medio no alcanzaría.

¿Cómo resarcir esta falta de autonomía económica de las mujeres?

Afortunadamente los movimientos feministas y de mujeres desde la década de los años sesenta, han venido haciendo propuestas importantes retomadas en las distintas conferencias internacionales sobre las mujeres con el auspicio de la ONU, como la X Conferencia Regional sobre la Mujer en América Latina y el Caribe, en agosto de 2007, con sede en Quito Ecuador, convocada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) , donde se firmaron los siguientes compromisos:

• Formular política y programas de empleo de calidad y seguridad social e incentivos económicos dirigidos a garantizar el trabajo decente remunerado a mujeres sin ingresos propios.
• Aplicar políticas de Estado que favorezcan la responsabilidad compartida equitativamente entre mujeres y hombres en el ámbito familiar, superando los estereotipos de género, y reconociendo la importancia del cuidado y del trabajo doméstico para la reproducción económica y el bienestar de la sociedad como una de las formas de superar la división sexual del trabajo.
• Igualar las condiciones y los derechos laborales del trabajo doméstico al de los demás trabajos remunerados, de conformidad con los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo ratificados y las normas internacionales en materia de derechos de las mujeres, y erradicar todas las forma de explotación del trabajo doméstico de las niñas y los niños.
• Desarrollar instrumentos de medición periódica del trabajo no remunerado que realizan las mujeres y hombres, especialmente encuestas de uso del tiempo para hacerlo visible y reconocer su valor en relación al PIB.

De igual manera, los firmantes del Consejo de Quito reconocen que el cuidado de las personas constituye un asunto público que compete a las instituciones del Estado, gobiernos, organizaciones, empresas y familias y no sólo de mujeres.

Los países integrantes de la CEPAL deben revalorizar el trabajo doméstico, no sólo a nivel social sino también a nivel económico. Postergar la reivindicación del trabajo doméstico se traduce en el estancamiento hacia la igualdad entre mujeres y hombres, así como seguir alimentando la división sexual del trabajo que por tanto tiempo mantuvo a las mujeres sin ejercer sus derechos como ciudadanas.

Así mismo se deben adoptar medidas de corresponsabilidad para la vida familiar y laboral que se apliquen por igual a las mujeres y a los hombres, tomando en cuenta que al superar estereotipos de género se crean condiciones propicias para la participación política de la mujer en toda su diversidad.

La Dra. Teresa Rendón hace la propuesta de “Alcanzar una jornada de amplitud semejante a la que desempeñan en promedio las nórdicas en el mercado de trabajo (sin reducción de ingreso), sería un importante objetivo de los trabajadores y trabajadoras asalariados de todo el mundo ya que la reducción de la jornada facilitaría una distribución mas equitativa del trabajo del hogar, además ayudaría a reducir las crecientes tasas de desempleo en los países donde la clase trabajadora ha conquistado ese derecho

Computar el trabajo no remunerado para averiguar en que medida se comparte en forma pareja el trabajo (remunerado o no) en el hogar y en la sociedad.

Obtener información, de carácter micro y macro económico, acerca de cómo se distribuye el tiempo entre el trabajo remunerado, el gratuito y el ocio.

Otras propuestas que apuntalan la necesidad de valorar el trabajo doméstico tienen que ver con la distribución equitativa del patrimonio familiar en casos de divorcio, cuando la esposa se ha dedicado exclusivamente al trabajo doméstico.

Diseñar políticas públicas a favor de las mujeres tomando en consideración la contribución económica del trabajo doméstico, etiquetando partidas del Presupuesto Federal, en una proporción conmensurable al porcentaje que representa el valor monetario del trabajo doméstico en relación al PIB.

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